#8 @rirefort No soy una persona de fe, pero me gusta tu concepto de Dios.

Lo primero: a los 30 no se termina la vida y la mayoría de los hobbies siguen siendo asequibles. Creo que en mi caso la única gran diferencia es que estando más asentada en mi campo laboral tengo más tiempo libre que cuando me tocó "picar piedra" en los veintes. Para seguir, igual depende de tu profesión, pero a lo mejor puedes dedicar tus años más jóvenes a otras metas no relacionadas con tu trabajo y posponer el master para la treintena. Ya por último, si tus estudios no te acercan a tus pasiones y sueños, igual deberías replantearte tu campo de acción, especialmente mientras eres joven: estar en un trabajo que no te llena y encima tener que renunciar a todo lo que te gusta por ello es devastador para la psique. O te orientas a un área que realmente te interese, o buscas un trabajo menos absorbente. De lo contrario dudo que merezca la pena, sin importar la recompensa económica.

Jajaja, viva tu ignorancia. El vestido blanco nada tiene que ver con la pureza de la novia, ni siquiera con la religión; esa una acepción moderna. La idea la popularizó gente de la realeza, concretamente la reina Victoria, en el siglo XIX. En ese entonces los vestidos eran muy caros y muy pocas personas podían permitirse tener un vestido solo para la ocasión, con lo que la mayoría se casaban con vestidos de colores (excepto negro o rojo) que pudieran reutilizar, y generalmente eran colores más prácticos que el blanco (el cual es difícil de cuidar). La reina lo estableció como símbolo de status: un vestido de un solo uso, y de un color que claramente no estaba hecho para la vida diaria. Pronto la gente de la nobleza y después los ricos empezaron a utilizarlo como prueba de su poder económico en las bodas de sus hijas, y unos años después todo el mundo se casaba con un vestido de un solo uso, blanco, y cuanto más caro mejor. La guerra del status en toda su horrenda gloria.

Cada persona tiene un ritmo diferente. En mi caso la dosis ideal de sueño son seis horas. Con siete me pongo de mal humor y con ocho directamente me da un dolor de cabeza que puede durarme toda la mañana.

Que ganas de darle una trompada a esos que te humillan por hacer tu trabajo. Tú ni caso, #0, tienen más dientes que neuronas.

Hay varias razones. La más obvia es que pago el precio de mi comodidad. Yo sé que no se necesita gran esfuerzo para tener lo mismo gratis, pero es un esfuerzo que soy muy feliz de ahorrarme (igual que podría hacerme un sándwich pero prefiero pedirlo en Uber Eats). La segunda es que odio la publicidad invasiva. Es la misma razón por la que pago YouTube premium y Crunchyroll (yo sé que existe Ad Block pero hey, las plataformas también tienen que ganarse la vida). Aparte, me gusta creer que aporto mi granito de arena a ciertas producciones o creadores de contenido. No me siento cómoda con la idea de privar a un creador o estudio cuyo trabajo aprecio de un rédito por su trabajo, a menos que el producto sea imposible de conseguir por la vía legítima. Entiendo que haya quien no se lo pueda permitir, pero no siendo mi caso, no veo necesidad de ser egoísta.

Yo vivo en una ciudad tan caótica y sobrepoblada que la puntualidad a menudo se pasa por alto incluso en el trabajo. Sabes que no hay medio de transporte confiable (atascos, transporte público ineficiente, calles cerradas, o la combinación de todo) y llega un momento en que te da igual esperar. Lo que yo hago es que si tengo que quedar con un grupo para un evento a hora fija (función de cine, concierto, etc) quedamos varias horas antes y paseamos por la zona en lo que llegan todos, o quedamos en casa de alguien que viva cerca y ya nos desplazamos todos juntos a una hora prudente. Si no es para un evento, quedamos en un lugar donde sea cómodo esperar (plazas comerciales, parques, cafeterías). Si eres el que llega tarde ya solo tienes que llamar a ver dónde está el grupo y los alcanzas ahí. Y ya, ni estrés ni traumas.

A ver, todos (hombres, mujeres, niños y ancianos) estamos supeditados a cierto condicionamiento respecto a cómo debes ser, actuar y lucir para pertenecer a los círculos sociales que componen tu entorno. Es un hecho que no nos son innatos y que de alguna forma nos son impuestos por el medio. Sin embargo, que el medio tenga influencia en el desarrollo del criterio y los gustos no significa que se anule nuestra capacidad de decidir, menos en las culturas donde reina cierta libertad, como es la mayoría de las hispanoparlantes. Quizá nos vemos a nosotras mismas más bonitas con tacones o sombras de ojos (porque nuestra percepción de la belleza se forjó en un entorno donde eso es considerado embellecedor), pero si una elige no hacerlo, existe poca coerción externa para hacerlo (y a menudo cuando ocurre hay protestas enérgicas en respuesta, como las que han surgido para exigir que se relajen los códigos de vestimenta en el trabajo y escuelas, o que no se haga diferencia entre hombres y mujeres dentro de los mismos). Es una cuestión muy diferente cuando la presión para usar o dejar de usar algo está institucionalizada y hay represalias aprobadas por el medio (legales o tácitas) a quien se niegue a cumplir los códigos, como ocurre en el caso de muchos países árabes. Es la diferencia entre la voluntad (aunque por supuesto que hay quienes lo usan voluntariamente) y la imposición.

Yo no entiendo a quien dice que la ropa más sexy es la más incómoda, por cierto. Ésta tiende a ser más fresca (puesto que deja más piel al descubierto) y también más elástica (por aquello de que va pegada al cuerpo). Yo iría por la vida en falda corta o leggins si no fuera tan molesta la atención no solicitada.

¿Y si lo dejas vivir su vida y te ocupas tú la tuya? Así, como idea loca.

Pocas cosas se quedan más grabadas en el inconsciente que las primeras experiencias eróticas, incluso si en el momento no se le dió tal connotación (y el objetivo puede ser cualquier cosa, independientemente de la orientación sexual que se define a posteriori). De hecho es lo que se teoriza como origen de una gran variedad de fetiches.

Sí, se puede tener una fijación de este estilo y que sea independiente a tu orientación sexual. No creo que clasifique como homo o bisexualidad (lo cual tiene efectos mucho más extendidos sobre la personalidad y la forma en que trabaja la pulsión sexual como un todo), sencillamente es tu mente haciendo lo mejor que sabe hacer: magnificar y distorsionar a lo bestia las experiencias de infancia.

Es diferente ser introvertido y tener miedo al rechazo. El primero limita el contacto social porque así se siente más a gusto, el segundo no, y ese parece ser tu caso. Quizá podrías probar tomar terapia para superar la timidez y poder relacionarte como quieres.

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Puedes estar más solo que la una y seguir queriendo hacer una fiesta grande. Esto va más del ambiente que quieres en la fiesta que de “tener solo a la gente importante”, y el ambiente que tú quieres y el que ella quiere no coinciden. Ahí es cuestión de negociar y llegar a un acuerdo.

Sinceramente, para 20 personas yo ni me molestaría en organizar el evento. Es mucha molestia para lo deslucido que va a quedar, y lo cutre que queda de cara al público (salvo que lo hagas en plan “escapada” y sea una de esas bodas excéntricas que terminan publicadas por buzzfeed). Pero bueno, eso es algo que tienen que decidir ustedes.

Supongo que sopesas pros y contras, incluyendo el riesgo de reincidencia, y si aún con esas la relación te compensa, pues adelante.

Guardar fidelidad incondicional para mi no es un reto ni un sacrificio (el mágico mundo de la demisexualidad), así que no depende de si la otra persona lo merece o no. Es mi forma de amar por defecto.

A menudo si evitamos el tema es porque muchos varones y una que otra mujer se incomodan con la sola mención. Basta ver los comentarios del aporte sobre si la regla ea algo sucio o no. Hasta que no se normalice, puedes tirar de Google (así, como idea loca) y no mueres con la duda.

Mi hermano está en igualdad de condiciones y ya llevan casi una década todos juntos y felices. Ignora a los amargados de turno y enhorabuena por haber encontrado una familia.

#12 @merula Para mí fue exactamente al revés. Yo siempre estaba saturada de actividades, responsabilidades y preocupaciones cuando era adolescente, y no probé la libertad ni gran cosa aparte de la escuela hasta mis últimos años de universidad (y muy poco a poco). Es hasta ahora que siento esa libertad y plenitud de posibilidades que mencionas. No cambiaría las cosas porque este presente es resultado directo de la forma en que empleé el tiempo cuando era más joven, pero definitivamente no lo volvería a vivir.

Mi abuelo. Murió cuando tenía tres años, así que solo recuerdo esta escena de él. Yo estaba intentando empujar la puerta de madera de la cocina, muy grande y pesada para mí, y él, que merendaba en el antecomedor, me abrió para que entrase mientras me sonreía. Tan marcado tengo el momento en mi memoria, que cuando he soñado con él, es un hombre altísimo (lo era desde mi perspectiva de niña de 3 años) y siempre está sonriendo. Otro recuerdo de esa misma época: mi hermano en la cuna, de unos dos meses de edad. Me podía pasar horas mirándolo, de lo tierno y achuchable que estaba.

No por favor. Pocas cosas podrían destruir más rápido la buena imagen de un ser querido.

No tengo un paso a paso porque cada día es diferente en mi caso y no tengo una rutina como tal, pero creo que mi estrategia es una combinación de todo lo que se menciona arriba. 1. No hago todo todos los días; prefiero agrupar las tareas y actividades afines y dedicarle un día a cada grupo. 2. Delego responsabilidades pagando gente especializada (sobre todo la limpieza). 3. Elegí un trabajo donde puedo estar en casa y acomodar mis horarios. Como yo trato directamente con los clientes, hago arreglos y pongo condiciones que me dan tiempo para otras cosas. 4. Multitasking. Escucho cursos y audiolibros mientras voy al gimnasio, doy vueltas en la piscina, cocino, etc. 5. Compras online. Me ahorro un montón de tiempo no saliendo de tiendas. 6. Comida prefabricada o sencilla. Uso recetas súper básicas para no perder el tiempo cocinando y limpiando después, y tiro de Uber Eats cuando no tengo tiempo o quiero algo más sofisticado. También como mientras trabajo. 7. Igual que #16, mis necesidades de sueño rondan entre cuatro y seis horas diarias (más una siesta de 25 minutos en la tarde), y no me gusta dormir de más. Así que aprovecho las horas extra que mi metabolismo me ha regalado.

#5 @nilopiensescorazon La valoración no necesariamente está ligada a una mayor remuneración económica. A lo mejor no aspiras al mismo sueldo en una pequeña "start up" que en una multinacional, pero si tus sugerencias son escuchadas, tu participación reconocida, el ambiente agradable y la gente al mando gente razonable y decente, definitivamente te vas a sentir más valorado que en un ambiente hostil por mucho que el cheque al final del mes traiga más ceros. Yo dejé la última empresa en la que trabajé porque mis aspiraciones eran otras, pero el tipo de trabajo, el ambiente y los compañeros eran tan buenos y agradables, que aún siento mucha nostalgia por los días de oficina. Y mira que el sueldo era poco, las jornadas largas y no existía el pago de horas extra. Pero era la clase de trabajo que sientes que harías gratis si no tuvieras que ganar dinero para sobrevivir.