Yo diría que estamos sumidos de pleno en una burbuja de coaching que responde a la desaparición de una auténtica reflexión en la vida pública. Hemos matado la filosofía para sustituirla por sucedáneos infantiles y al servicio de auténticos estafadores. En esta eclosión interviene, por supuesto, la situación psicológica de la mayoría, que anda perdidísima tras la caída de las concepciones tradicionales.

No está mal ser crítico con el pasado ni con los criterios culturales, pero es más fácil atacarlos que proponer alternativas sensatas y funcionales. Dios murió en el XIX, el hombre en el XX. En el XXI tenemos decadencia con brilli brilli y muchas pantallas, eso sí. Qué afortunados somos de tener tanta pantalla. ¡Vivan las pantallas!