Es algo parecido a lo que les pasa a los japoneses, se preocupan tanto de pintar su propia fachada que se olvidan de lo más importante, ellos mismos. Mientras seas tú misma y te sientas bien haciendo lo que haces, los demás dan igual, son sólo espectadores de la vida de la cual eres arquitecta.

Es un problema bastante común en nuestra generación. Hay muchos factores que influyen, un mundo globalizado, nos presionan por ser alguien y destacar desde pequeños, y hay una obsesión malsana por la formación. Además hay dos puntos muy agresivos, la aparente perfección que mucha gente se esfuerza por plasmar especialmente en redes sociales y la creciente incertidumbre laboral, económica y social, que si ya de por sí era abrumadora en esta última década, a raíz de la crisis del covid, nos está presionando mucho más. El modo en que te sientes se denomina síndrome del impostor, y ocurre cuando una persona siente que realmente no debería estar ocupando el lugar, cargo o puesto que tiene porque de alguna manera ha podido engañar o proyectar una imagen mejor de la que realmente cree tener, así que tiene pánico a decepcionar o fracasar en lo que se propone.

Cada vez que alguien diga que tiene ansiedaf, chupito.

Cada vez que alguien diga que tiene ansiedad, chupito.